5.2.13

Caprichito

Cuando era niña, incluso como estudiante en la facultad, sentía que transcurría al margen de la sociedaa que era, para mí, la gente adulta, con trabajo y una familia. Lo que yo quería era entrar en ese mundo.
Finalmente, a los 20 años más o menos me incrporé a esa vid alaboral y a los 24 ya tenía una pequeña familia de tres.
Estaba dentro, por fin. Sin embargo, seguí sintiendo que estaba al margen, que realmente no estaba en el meollo... ¿y cuál era ese meollo entonces? ¿las grandes editoriales? puede ser... ¿el gobierno? puede ser... y qué será después, ¿la ONU? puede ser...
Pero al tiempo de ser parte, comencé a conocer los trasfondos y entretelones y mis sentimientos fueron cambiando. De hecho, se hicieron contrarios a los anteriores. Lo que quería, y quiero, es salir; porque cada vez me convence más la sensación de que la vida no está allí dentro, sino aquí fuera.
De algún modo, mi cabeza, mi alma y, en ocasiones, mi cuerpo me mantienen fuera de ese sistema organizado y su cúpula.
Al salir, siento que empieza lo bueno, porque estoy entrando en mi vida.
Bueno, reconozco que hay momentos en que lo de fuera y lo de dentro confluyen en una única realidad.
¿Cómo son esos momentos de realidad compartida? ¿Cuáles son las características que permiten esa comunión?
La gente, la utilidad real, la conexión de la acción con alguna necesidad no creada por el consumismo, la libre expresión, la conexión con sentimientos, la sensación de estar haciendo algo bueno. Es decir, cuando la vida consigue colar algo de realidad en el sistema.
Esos momentos producen una sensación de plenitud que devuelve la energía. ¡Quiero más!

Porque además, creo firmemente que esos momentos nos hacen mejores personas y mejor mundo.
Voy pro la vida buscando esos momentos, generando circunstancias para que se produzcan aquí o allá.
Conectándome con gente que crea, siente y piensa cosas parecidas o complementarias; gente que suma y coopera por el bien común.
Se lo puede definir de muchas formas. Hay muchas teorías, definiciones, paradigmas, decálogos, guías... que nos tragamos, estudiamos y aprendemos de memoria. Pero todo lo importante está dicho ya hace mucho tiempo, sencillito.
Hoy leí a una filósofa afirmar que la ética no es aprenderse las reglas sino sentirlas y actuar según ellas.
Por eso digo que las leyes no sirven, porque no somos seres sin moral ni ética. Tenemos ética y moral, algunas más compatibles con esta idea y otras menos, pero cada cual la suya, más o menos conciente y elaborada.
La mía son tres o cuatro verdades que nunca hemos probado a aplicar del todo ¿y por qué no lo hemos probado? No lo sé. Pero no puede decirse que hayan fallado porque no se han probado. Lo que si sé es que pueden sentir sus efectos: paz interior, calma, energía, felicidad, seguridad, optimismo, generosidad, unidad, esperanza...
Conozco esto sentimientos y ¡quiero más!