28.10.13

Margaritas en el monte

Ganas de irme al campo a plantar margaritas.
Me salen de los ovarios
las ganas de hacer cosas que no sirven para nada.
De esas que parece que no sirven para nada
pero en realidad sí.
Esta sociedad me cansa mucho.
Esta sociedad mundial.
Este universo ciego y apurado
que no sabe a dónde va,
pero va rapidísimo.
Cansada estoy ¡harta!
de escuchar la impunidad más bruta
en la boca del poder,
en los labios pintados con polvo de diamantes,
en las barbas afeitadas con platino.
Duele en lo más profundo de mi tuétano que el poder se reparta siempre entre esos dedos
y se escurra de todos los demás.
Me repatea la dejadez de esa cosa amorfa
que no sabe, tampoco, por dónde va;
que no intenta jamas identificar su silueta
si no es para defender su derecho
a tener más, más, más
y ser menos, menos, menos.


Y me entran unas ganas de subirme al monte,
con los pies y las manos.
Llegar jadeante a la cima,
mirar alrededor y hundir
las uñas en la tierra negra.
Sembrar las semillas una a una.
Cubrirlas un poquito
y sentarme a esperar hasta que broten.
¿Por qué tan poco tiempo para estas cosas?
¿Por qué tantos velos entre la realidad y yo?


Soy consciente de que puedo
permitirme estas indignaciones
gracias a algunas dignidades alcanzadas.
Pero siento, y por lo tanto sé,
que son perfectamente legítimas
por el nudo en mi garganta,
la sal en mis ojos,
los dientes apretados
y los dedos incontenibles.


La verdad me nubla la realidad.
Me ciegan las intuiciones.
Los principios me empujan al monte.
Qué ganas de plantar margaritas...

11.10.13

Desmedida

Estoy en una  fase de "así no". Esto significa: "No sé cómo. Pero sé que así, no".

Yo no sé si es que el mundo no está a mi medida o yo no soy a la medida del mundo. Me siento dispar, agotada, desmedidamente pequeña.

Voy a otro ritmo, mucho más lento, mucho más inocente, mucho más transparente.

¿Tan equivocada estoy por querer jugar limpio y esperar lo mismo del resto de la gente?

No quiero dobleces. Creo que nos distancian y crean costras duras como callos entre las personas.

No puedo hacer las cosas perfectas, contrarreloj y compitiendo con quien es igual a mí. No me interesa ser exitosa mientras el éxito siga midiéndose en réditos económicos. No quiero poder por poder. Quiero poder hacer cosas. No me interesa ser la mejor, y mucho menos ser el mejor. No me atrae ganarle a nadie.


Me gustaría que nos cuidemos y nos tratemos bien. ¿Soy muy infantil? ¿Es infantil eso de querer cuidar y ser cuidada? ¿O es de gente que quiere sentirse bien y hacer sentir bien? ¿Me engaño si me decanto por la segunda opción?

Mi lectura es, sencillamente, que vivimos en un mundo organizado hace mucho tiempo en beneficio de unos pocos y en perjuicio de la mayoría. Y que si para sostenerlo hay que pisar cabezas de mujeres, negros, indios, homosexuales, pobres y débiles, esos pocos están dispuestos a hacerlo. Leo también que somos muchas veces cómplices sin darnos cuenta, por no ponernos a mirar un poquito lo que hacemos.

Eso de pisotear incluye la felicidad y el placer que podría significar el hecho de vivir de otra manera.

Y por eso siento y pienso que este mundo no está pensado para mí. No soy de esos pocos. Me resisto a ser útil a ese juego. Y así me va.