8.12.13

Leyendo: La grandeza o el día a día

Casi todos los productos informativos de este sábado abren las noticias del día anterior con la muerte de Nelson Mandela, un hombre que no necesita ser explicado sino comprendido. Comprendido en todos los sentidos de la palabra admitidos por la RAE (abrazado, incluído, entendido, alcanzado, empatizado) y posiblemente alguno más, que esta gente no suele ir a la vanguardia.
Algunos artículos contienen incluso interesantes reflexiones sobre la situación actual, y posiblemente la futura, en África.
Hay artículos que se atreven con las repercusiones mundiales del fallecimiento del expresidente y líder sudafricano. En estos casos, suele tratarse de una recopilación de las declaraciones sobre la triste noticiade realizadas por relevantes representantes de la política y la farándula. Poco, por no decir nada -me reservo el derecho de no ser infalible-, he visto sobre otro tipo de consecuencias o reverberaciones que pudiera tener la muerte de Mandela fuera del continente africano.

Las mismas figuras locales e internacionales que ensalsan a la persona y la trayectoria de aquel a quien llaman cariñosamente Madiba son, demasiadas veces, las  mismas que deciden cerrar las fronteras a cal y canto (o a vallas y cuchillas), asaltar países ajenos ricos en recursos naturales con la excusa de proteger a la población local o limitar los derechos de expresión de las personas homosexuales, musulmanas o simplemente discrepantes."Mandela está muy bien para África, aquí nos va otra cosa", podría ser el subtítulo de algunos sensibleros reportajes televisivos sobre la muerte de Madiba.
Hemos visto a la gente sudafricana negra danzando y cantando; hemos visto a la gente sudafricana blanca encendiendo velas y llorando. Hemos visto incluso a un sudafricano rubio consolando a una sudafricana de piel oscura. Veremos sin duda a estas importantes figuras políticas del mundo con gesto consternado en los funerales. Escucharemos incluso la fascinación en boca de comentaristas ante estos gestos...
Que no nos distraigan los gestos públicos de las acciones políticas. "Sí, sí, te felicito. Fuiste un gran hombre, pero yo sigo con lo mío, mi tesoroooo".
Esta mirada con perspectivas amplias no dura demasiado. En la mayoría de los periódicos después de las páginas de homenaje y qué-penas, vuelve lo cotidiano: que si Rajoy dijo, que si Rubalcaba se calló, que ¡qué barbaridad! Ambas cuestiones cohabitan separadas por un abismo sin puente en el mismo territorio de papel, ondas o fibra óptica. Y parece que no hubiera conexión posible, pero por esa quebrada desfilan los hilos invisibles pero no inexistentes que conectan lo alto y lo bajo, lo poderoso y lo débil, los dedos con las marionetas.
Las formas de expresión más burdas de la discriminación se limitan a controlar lo que consigue calar en el miedo popular. Mientras tanto, la estrategia recurre a otras otras formas más perversas y sutiles de separación y discriminación.

En un mundo dominado por el dinero, el racismo, el machismo, el clasismo y otros fanatismos siguen existiendo bajo la forma de marginación económica, definitivamente efectiva y de canónico guante blanco.