Y así, de golpe, llega la vida y se instala con su muerte y con sus cosas.
Y ahí se queda, como si siempre hubiera estado alli.
Nos envuelve. Empezamos a olvidarnos de cómo eran las cosas antes. Nos arrebata la memoria y nos regala un intenso presente para que no dé tiempo a pensar en nada más.
Y un día, así de golpe también, y cuando nadie se da cuenta, descorremos las cortinas para encontrarnos con el primer amanecer.
Entornamos los ojos al sol y miramos quietos, esperando pistas de por dónde va el camino.
Y ese día en que ya nadie la echa en falta, dejándonos huérfanos de pasado y de futuro, así como llegó, se va.
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