Las personas tenemos todavía tanto que aprender sobre cómo tratarnos... y no me refiero a las guerras, las aberraciones ecológicas, sociales, morales, culturales... que también...
Me refiero a esas pequeñas cosas de todos los días, o de demasiados pocos días, lamentablemente.
Estoy pensando en esos comentarios en voz alta en la mesa de al lado del bar, que denigran o insultan a quienes los escuchan.
Estoy pensando en esos mandatos familiares que parecen inocuos y que se graban como tatuajes debajo de la piel del corazón.
Me hacen estremecer esas actitudes poco solidarias, de primero lo mío, de no ver a nadie más que a mi ombligo.
Esos orgullos, miedos e inseguridades, predominando sobre cualquier intento de entendimiento o cualquier deseo de hacer feliz a alguien.
No podemos permitirnos (es demasiado costoso para nuestras emociones) dejarnos cegar pasivamente por los egoísmos que nos proponen todo el rato.
Necesitamos comprender que somos o no se es. No para seguir a las masas, sino para construir la masa que queremos ser.
Me da pena pena cuando no llegamos ni siquiera a imaginar lo simple que sería todo, lo lindo que sería todo, si fueramos capaces de mirar hacia adentro y a la gente a nuestro alrededor, a la gente que vemos con nuestros propios ojos pero nunca directamente a los ojos.
A veces siento que no hay ganas de que las cosas cambien. A veces siento que hay miedo, mucho mucho miedo.
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