Vamos por partes, como dijo Roger Rabbit, o alguien más, no sé... es igual.
Primera cuestión: el FMI ha sido la entidad encargada de dictar los destinos
económicos del mundo durante décadas, con 10 años cada una de ellas. Es decir,
muchos años.
Durante ese tiempo, se ocupó de recomendar lo macro y lo micro con bastante
especificidad.
Entre otras cosas, el FMI fue el autor de las deudas externas que esclavizan
a tantos países latinoamericanos aún hoy, sostenidas por la ignorancia o la
ambición desmedida (o ambas) de sus gobiernos más o menos democráticos, según
el caso.
Durante los últimos años de crisis del sistema capitalista, el FMI fue
también quien recomendó que se aplicaran recortes, ajustes y reducciones a
gobiernos como los de Grecia, España o Irlanda, cuyos representantes acataron
agobiados por las deudas, las presiones de Europa, el respaldo popular de las
urnas (aunque no de las calles) y sobre todo, creo yo, por miedo.
Traigo a colación lo de las calles porque me parece notable lo que ocurría
en este ámbito, entre la gente común, mientras se tomaban estas cobardes
decisiones.
Durante esos días, era suficiente sentarse en una manifestación, asamblea
popular, un foro universitario o la mesa de un bar para escuchar un pronóstico
sencillo, sin grandilocuencias ni diplomas de por medio, pero sin dudas
acertado.
Dicha, y re-dicha, predicción indicaba que los recortes, lejos de solucionar
la situación económica del país, la empeoraría, afectando gravemente las
economías personales de su ciudadanía, aumentando el paro y el costo de vida,
al tiempo que reduciendo posibilidades formales de ingresos.
Y así llegamos a la segunda cuestión:
Pues resulta que el equipo de grandes especialistas del Fondo Monetario
Internacional decidió, tras concienzudos análisis, que se habían subestimado
las consecuencias de esas medidas adoptadas por los gobiernos vigentes bajo su
recomendación; y que ya se dieron cuenta, ya, de que podían aumentar el
paro...
Lo siguiente que leo es que la UE dice que mejor ya vale de recortes y
austeridad, con un mensaje refritado para que no se note tanto que repite el
del FMI casi palabra por palabra.
La tercera cuestión es indudablemente preguntarse por qué les seguimos
haciendo caso a estas personas del FMI, que se empeñan en comportarse como
oráculos cuando el realidad les falta en sus opiniones corazón, cabeza y
compromiso y les sobra comodidad, ambición e impunidad.
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