Ganas de irme al campo a plantar margaritas.
Me salen de los ovarios
las ganas de hacer cosas que no sirven para nada.
De esas que parece que no sirven para nada
pero en realidad sí.
Esta sociedad me cansa mucho.
Esta sociedad mundial.
Este universo ciego y apurado
que no sabe a dónde va,
pero va rapidísimo.
Cansada estoy ¡harta!
de escuchar la impunidad más bruta
en la boca del poder,
en los labios pintados con polvo de diamantes,
en las barbas afeitadas con platino.
Duele en lo más profundo de mi tuétano que el poder se reparta
siempre entre esos dedos
y se escurra de todos los demás.
Me repatea la dejadez de esa cosa amorfa
que no sabe, tampoco, por dónde va;
que no intenta jamas identificar su silueta
si no es para defender su derecho
a tener más, más, más
y ser menos, menos, menos.
Y me entran unas ganas de subirme al monte,
con los pies y las manos.
Llegar jadeante a la cima,
mirar alrededor y hundir
las uñas en la tierra negra.
Sembrar las semillas una a una.
Cubrirlas un poquito
y sentarme a esperar hasta que broten.
¿Por qué tan poco tiempo para estas cosas?
¿Por qué tantos velos entre la realidad y yo?
Soy consciente de que puedo
permitirme estas indignaciones
gracias a algunas dignidades alcanzadas.
Pero siento, y por lo tanto sé,
que son perfectamente legítimas
por el nudo en mi garganta,
la sal en mis ojos,
los dientes apretados
y los dedos incontenibles.
La verdad me nubla la realidad.
Me ciegan las intuiciones.
Los principios me empujan al monte.
Qué ganas de plantar margaritas...
1 comentario:
pegame un grito y te acompaño!!!
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