11.2.12

La verdad de la milanesa

Leo en una revista de esas de la peluquería (1 hora y media de espera), que una Princesa de Suecia ha declarado: “A los 40, ya sé de qué se trata la vida”, o algo así.
Sí, sí, una princesa de esas de palacio, clases de protocolo, inauguraciones de pasarelas de moda y domingos de yate.
Ella, que ha cumplido hace poco los 40 ya sabe de qué va eso de la vida.
Me pregunto qué pensará del resto de los mortales cuarentañeros... Según la lógica de su expresión, por tener 40, deberían haber comprendido el sentido de la vida. No sé si hará diferencias por hombres o mujeres, que dicen que maduramos antes.
Y supongo que pensará que las de 30, 20 ó 10 (por hablar en números redondos) no tendrán ni idea de manera proporcional a los años vividos. Aunque evidentemente, la muchachada estará convencida de su conocimiento de la ley de la vida, no como esa gente con canas que se olvidó de la verdad...
Pienso también en las personas de 50, 60, 70... Supongo que se partirán de risa leyendo la entrevista y murmurando “Ésta ni se imagina”.
Y yo, con mis casi 37: que no sé si sentirme joven o vieja, inmadura o sabia, superada, liberada, enceguecida, obsesionada, colgada o maniatada. Y que en ocasiones, aún así, creo entender de qué se trata LA VIDA.
Pero hoy no, no sé mañana. Pero hoy no entiendo nada, aunque creo intuir algo... Creo que cada uno cree que sabe AHORA, lo que nunca supo ANTES.
Me pregunto si no es que LA VIDA no existe, sino que hay muchas formas de entender y entendernos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea (el terrestre y el interplanetario, espiritual, físico y trascendental).
Quizás nos olvidamos de que a los 10 estábamos seguros de saber; que a los 20, supimos; que a los 30 por fin, entendimos; y así seguimos, sabiendo y sin tener ni idea. Pero no por ignorantes; quizás porque no se puede saber, porque no hay una sola forma de saber, sino todas.
Cuando nos sentimos tristes, y todo el mundo alrededor parece tan contento, nos preguntamos cuál es el secreto; por no poder pensar en ese momento que quizás no sean tan felices como parecen o que quizás, cada cual tiene su secreto.
Pero bueno, no me hagan mucho caso, que esto que pienso tampoco es ninguna certeza y puede cambiar, hoy o mañana, o de acá a la próxima esquina.