21.3.20

¿Qué está pasando?

Alguien que conozco me pide: "Tú que eres de esas cosas, escribe algo sobre lo que está pasando". Y creo que lo entiendo, porque ¿qué está pasando?
Me lo he preguntado y lo he preguntado muchas veces. También me lo han preguntado. Vamos ahí las personas cerebrales como bola sin manija tratando de entender, porque entender es una parte fundamental de nuestras vidas.
Y la verdad es que por ahora la única respuesta posible por mi parte es que no lo sé. No tengo ni idea de qué está pasando. A veces recibo una información que me hace sentir que empiezo a vislumbrar algo de sentido, pero no. Conspiraciones para reducir la población, una guerra fría entre China y Estados Unidos, la naturaleza en rebelión, un experimento social, el fin del mundo... todas y ninguna se hacen posibles en mi razonamiento. Mis ideas se mueven locas por mi cabeza y echo de menos a la lógica como al aire fresco. No consigo centrarme y seguir un razonamiento. ¿Os pasa?
Entonces, entiendo que, por ahora por lo menos, mejor no decir nada al respecto. Sigo meditando, leyendo, escuchando, tratando de atar cabos...
Después de unos días en casa empiezo a recurrir a los viejos baúles y encuentro, cubierta del polvo de la vorágine, la convicción de que escribir me ayuda a pensar, arrumbada entre ejercicio y alimentación sana. Intento desempolvar las tres. Hago yoga, bailo, como fruta más que chuches, me siento y escribo.
Me centro en lo que más conozco, que no quiere decir que lo conozca bien, pero es lo que tengo: la comunicación. Me pongo a escribir de forma teórica y tratar de discernir y me enredo de tal forma que quedo atrapada en mi propia telaraña. Lo dejo. Si os contara los kilómetros de palabras que se han quedado ahí, por inútiles...
Mientras tanto, voy al super y a la farmacia, y no entiendo por qué mucha gente amarroca papel higiénico, vinagre, huevos, lejía, alcohol y termómetros. No entiendo para qué, pero compro un termómetro... Y se lo cuento a mi hija para tranquilizarla. ¿Para tranquilizarla?
Nadie sabe nada y todes creemos que hay alguien que sabe y no nos lo está diciendo. Achinamos los ojos, levantamos el cuello de la gabardina y caminamos sigiloses. Vemos señales, indicios, grietas... y seguimos sin saber.
Quiero poner palabras, o que alguien las ponga, a lo que siento y pienso. Leo, escucho, leo más, oigo sin escuchar, dejo de fondo... y sigo.
Me interceptan reflexiones propias y ajenas sobre gente que está viviendo este momento mucho peor que yo, en la calle, en hospitales, en prisiones, en el culo del mundo, en casa con su abusador o su maltratador. Empatizo con todas, me angustio por todas. Me asomo a la ventana, grito, aplaudo, enciendo luces... Comparto lo que puedo de lo que tengo, lo que mi miedo me permite, lo que mi bagaje cultural y mi realidad social me permiten, lo que mi egoísmo me permite. Me siento privilegiada. Pienso que hay algunes realmente privilegiades, mucho más que yo. Y sigo.
Tengo la sensación de que alguien o algo ha dado la patada al tablero que ha sacudido la Tierra y hemos salido despedides del planeta. Hemos aterrizado en, por ejemplo, Marte, y ahora estamos aprendiendo a vivir aquí. Y entonces pienso. Esto ya lo conozco. Hace más de 18 años salí de un continente a vivir a otro y perdí todos mis referentes. Sí, seguían estando allí, pero de otra forma. Tuve que reaprender a vivir. También os digo que, pasado el período de adaptación, llega la normalidad. Pero no es aquella normalidad, es una nueva, con su rutina, sus previsiones, sus constantes, sus diversidades e imprevistos. Una normalidad que incluye el antes y el después, el acá y el allá, quienes éramos y quienes somos. Una normalidad nueva para todes.
Pienso que es muy probable que nunca lleguemos a saber de dónde vino esta patada al tablero, si es que fue una patada o un gesto sutil. Pero, como tantas veces, habrá que juntar los cachos, ver qué sirve y qué no sirve, redescubrir, reconstruir, redefinir... Y desde ahora mismo seguir viviendo, porque este momento de stand by también es la vida, dure una quincena o quince años. Y pienso que nos va mucho mejor si cuando nos ponemos a vivir conseguimos cuidarnos y cuidar, si podemos ser libres y ayudar a que haya más libertad, si comprendemos que juntes podemos más y mejor.

29.4.18

Manada feliz


Somos mujeres modernas. Hemos adaptado nuestra identidad al lugar que nos dejaban para triunfar: encontrar un buen marido y fundar una familia.
Hemos reclamado nuestro derecho a descansar en casa y a no tener tantos hijos como dios y nuestro marido decidan.
Hemos salido a trabajar fuera de casa, cobrando, añadiendo horas a la jornada ya llena.
Hemos decidido no casarnos, no tener hijos para equilibrar la balanza, para centrarnos en nuestra carrera profesional, porque no había nadie dispuesto a compartir la tarea.
Sí, nos hemos apuntado a la carrera. Hemos jugado al juego. Y hemos sido excelentes profesionales que ganaban mucho dinero, sin que nadie nos descargara de la responsabilidad de la familia.
Hemos pedido entrar en la norma de las palabras, hemos reclamado nuestro derecho a ser visibles en el diccionario. 
Hemos elevado la voz para decir que no a todas nos gustan los hombres y que, por favor, eso no sea ilegal.
También nos hemos hecho expertas en un mundo de especializaciones. Expertas en ciencia, arte y economía. Expertas en defender nuestros derechos desde los púlpitos académicos. Hemos adaptado nuestros saberes al saber oficial.
Hemos seguido las reglas, hemos respetado los acuerdos, hemos adaptado nuestra lucha por los derechos a todas las normas del capitalismo y el patriarcado. Hemos sido conciliadoras, muy conciliadoras, las más conciliadoras. Hemos explicado por qué y por qué no tantas veces... a tanta gente... tantas veces a tanta gente sin ganas de entender...
Y hemos visto que no servía, que sólo era para mantenernos entretenidas mientras seguían a su aire, conquistando el mundo a su manera.
Entonces nos reunimos en manada, nos vimos juntas y felices, nos lamimos las heridas, aullamos a la luna, al miedo, al asco, a la Pacha Mama en peligro. Y hemos salido a recorrer el mundo que también es nuestro hogar. Y hemos compartido atardeceres y alimento con otras manadas que estaban dispuestas a compartir, manadas de todos los pelos, plumas y colores. Y hemos jugado juntas y hemos disfrutado juntas.
Y ya hemos decidido que no estamos y no estaremos solas.

2.9.17

Estado de sitio

Estado de sitio.
Mi sitio.
Estado de éste es mi sitio:
ilusión.
He estado
en este estado
antes
y sé lo bien
que me sienta.
Lo bien
que me siento
aquí,
en este sitio,
en este estado:
ilusión,
mi sitio.

Me pido

Que el viento de la carretera no me vuele los sueños,
que las luces de la ciudad no deslumbren mi fe,
que la urgencia de los relojes no retrase mis planes importantes,
que el miedo a hablar no amordace mis verdades,
que las alarmas no me impidan escuchar las palabras de mi gente,
que la pantalla del móvil no me oculten los ojos de mi hija,
que las cacerolas y los cepillos no acaparen mi tiempo,
que no olvide que quien más ladra es quien más teme,
que no olvide que quien más manda menos sabe,
que nunca, nunca, nunca, el dinero sea más que las personas,

en mí.

Siempre

Permaneceré
tranquila y confundida
hasta que vuelva
a asaltarme la urgencia.
Un día más de gracia
a mi favor.
¿Ves? Si siempre
vuelve a salir el sol.
Haga lo que haga.
Piense o no.
Llore o no.
Me cubriré
aturdida y expectante
bajo la manta
y veré que todo pasa.
Suena el despertador.
Vuelve a ser lunes.
Se puede seguir
andando sin vivir.

¿O acaso
estoy mintiendo?