6.4.05

Utopías

El mundo exterior se muestra poco permeable. Yo no digo que no haya manera de entrar, sino que las hendijas están ocultas detrás de bosques espesos o montañas infranqueables o algo así. Resulta similar a la lucha por la fecundación del óvulo. Sólo uno de miles logra encontrar la puerta. Dudo que yo sea el elegido.
El mundo interior no resulta más amigable. Al dirigir una mirada de reojo a mis entrañas la personalidad me devuelve una sacudida a 220v, como de repulsa, como de manotazo desesperado.
Entonces, aquí me quedo, en la nada, en el esqueleto que me identifica de vistas a la calle. Aquí, donde sé que estoy, aunque no importe cómo. Me veo en el espejo y los demás me ven y parece que estoy bien sea como sea. Voy, vengo y hago. Me canso y descanso un poco. Me siento relativamente satisfecha con la realidad una buena parte del tiempo.
A veces, no tengo el coraje para sacar ni meter la mano y ver si llueve. No pienso asomar la nariz ni para un lado ni para el otro.
Lo he intentado, debo decir; y no ha habido buenas experiencias. Y lo cierto es que acá en puro esqueleto me aburro, me quemo, me consumo y me hago cenizas. No estoy bien, pero eso nadie lo ve.
Ya lo he intentado… más de una vez… No, no estoy bien.
Cogeré mi corazón abrujulado y mis binoculares rosas e intentaré una vez más la exploración. El maputópico está guardado desde hace tiempo en mi memoria y sé hacia dónde está mi deseo, aunque aún no vea claro el camino.
Algo he aprendido y es que no puedo, ni quiero, ir sola. Esto se hace de a muchos o no se puede hacer.

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