No hace
falta ser feliz para ser feliz, basta con parecerlo. A pesar de lo que nos
indica nuestra memoria, esto no es un consejo de autoayuda. Esto es la denuncia
de una estrategia que intentan imponernos. Dejo la reflexión sobre los libros
de autoayuda para otra vez y no descarto su vinculación con esta idea.
Decíamos:
para ser feliz, basta con parecerlo. ¿Parecer felices? ¿Cuál es la imagen de la
felicidad? También nos han explicado eso. Mujer feliz: blanca, rubia, de ojos
claros, delgada, joven de gestos suaves y sensuales, sumisa y a la moda (cara).
Hombre
feliz: blanco, entre joven y maduro, delgado, fuerte, rico, formal y sobre todo
poderoso.
Lo perverso
del asunto es que la mayoría de estas cosas no podemos elegirlas y otras
cuestan muy caro en tiempo, energía, libertad y dinero, por lo que estamos
condenadas y condenados a la infelicidad...
Podemos
sacarnos todas las fotos que queramos y si nuestro reflejo no se parece a
nuestro sueño (al sueño que nos han enseñado a soñar), no importa; para eso
está el photoshop y todos los programas de edición. Nombro al photoshop porque
ya ha dejado de ser una marca para convertirse en una ideología. Supongo que
esto va un poco más allá de lo que pensaban quienes lo crearon (supongo, al
menos al principio, ahora no sé). Editoras y editores del mundo han encontrado
en este software una herramienta para modificar la realidad.
Lo que vemos
a través de los medios de comunicación modifica nuestra percepción de la realidad,
modifica lo que pensamos, conforma nuestro imaginario respecto del mundo en el
que vivimos, incluso cuando lo que ofrecen los medios es irreal.
Para
empezar, durante mucho tiempo ni siquiera supimos que lo que veíamos era falso.
Un día empezó a correr la voz: Esa que vez no es Claudia Schiffer. Ese que
aparece en la portada, no es Richard Gere. Esa construcción militar en Irak
está realmente en China. Ese avión que aparece en la fotografía no estaba en
Oklahoma. Esa modelo no es tan delgada. Ese que está ahí es el que aparecía en
la revista de moda, aunque no lo parezca.
Se
castigaban incluso las imágenes reales: la actriz que sale despeinada a hacer
las compras, el empresario que muestra los michelines, la braguita, los pelos
en la oreja...
Más tarde,
empezamos a ver los procesos de transformación paso a paso, el antes y el
después. Aprendimos incluso a realizarlos por nuestra cuenta todas las personas
que no vivimos de eso y empezamos a sentir incomodidad ante nuestra propia
imagen sin retocar.
Entre el
estupor y la indignación escuchamos a alguna modelo quejarse de que su imagen
ya no era la propia sino la de otra inexistente. "Ojalá yo fuera como
ella", dijo una de sí misma en las fotos (no consigo encontrar la cita
para ponerle nombre).
Incluso la
palabra fotografía cambió de sentido. No sé si cambió su definición formal pero
sí su connotación. Lo que antes era una prueba irrefutable es ahora un efecto,
un impacto, un anzuelo, un modelo, un sueño a alcanzar. Es, en definitiva, lo
que queremos que sea y, en el caso de las revistas de moda y sociales, lo que
queremos ser.
¿Que no
somos guapas? no importa. Las fotos están divinas. ¿Que no estamos cachas? No
importa. La imagen es perfecta.
Los
programas de edición de imagen están siendo utilizados para que nos
concentremos en crear una realidad virtual en la que somos felices porque nos
parecemos a lo que nos han dicho que debemos ser para ser felices.
Y lo que
pasa al final es que nos perdemos. No estamos atentas, activas, presentes y
concentrados en el mundo real donde somos imperfectas y esto no nos impide la
felicidad real. Esto es lo que resulta más cómodo para quienes no quieren que
estemos aquí, en el mundo real, reclamando, exigiendo, defendiendo, ocupando,
disfrutando, creando, construyendo, opinando, decidiendo, cambiando.... ¿Sigo o
son suficientes verbos revolucionarios?
2 comentarios:
El mismo dilema habrá generado la televisión luego de un tiempo cuando "Informar, formar y entretener" era una frase caducada. Algunos nos agobiamos observando "la libertad de expresión" que se atribulan los foros o comentaristas en las webs. Me encantó razonar The Truman show, pero hoy detesto su implementación full time. Yo aprendí photoshop hace más de 20 años. Es un programa de diseño, yo trabajaba en publicidad y resultaba indispensable. Con él se acabo la vida plena del ilustrador, retocador o montador en pluma de originales. Fue una pena, era un verdadero artesano. Pero el programa era increible, y no era masivo. Un buen día, las PC pudieron tener compatibilidad para instalarlo. Siguió perteneciendo al mundo del diseño, es decir una herramienta de trabajo. Pero todo cambia, todo cambia. Ahora es un instrumento más a la mano de cualquiera. Y es una pena, me pregunto si valio la pena enterrar al ilustrador. Beso
Todos son instrumentos y depende de cómo los usemos. Pero parece que estamos con bastante predisposición a utilizarlos mal...
Besos y gracias.
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