9.4.09

Y bueno, pues...

No escucho al despertador. Sigo dormida. A veces pienso que siempre he estado durmiendo porque estoy segura de que esa estridencia no es la mía, es de alguien más. El mensaje vibrante se dirige a otros oídos, da igual cuáles, no sé cuáles, pero siento que no son los míos.
Un par de jóvenes ojos risueños hace sonar campanitas en mi cerebro y me anuncia que viene el sol. No es hora de dormir, me dicen. ¿Es hora de soñar?, inquieren. Es hora de levantarse, respondo.
Esos ojos saben y cuentan que la vida es como el mar, que es cuestión de mecerse con las olas, de disfrutar el vaivén, de sentir la sal secando los labios y el sonido... ese mágico canto...
Me observan siempre, aunque yo a veces no sé qué decirles. Aún entonces me observan.

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