El paisaje a mis pies
desde el acantilado.
Pero no
las rocas arrugadas por el tiempo
exigentes y adustas.
No sus verdes vestidos
a frío y nieve amamantados.
No ellas,
las rocas.
No sus vestidos verdes.
Sino el aire cobijado en su duro abrazo
y extendido al cielo.
A mis pies,
posibles pasos.
Todo su espacio transparente.
Toda su bruma.
Veteado.
Su luna y más.
Mucho más allá aún
puede llevarme el verso
que escribes en mis ojos
que lees en mis labios
sin futuro ni mapa,
sin camino trazado.
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